Overblog
Suivre ce blog Administration + Créer mon blog
24 avril 2016 7 24 /04 /avril /2016 16:26
Partager cet article
Repost0
24 avril 2016 7 24 /04 /avril /2016 11:54
 ARQUEOLOGIA DE LA FOTO DE UNA DINASTIA

El control y el miedo forman parte del poder totalitario. Uno y otro van de la mano, se vigilan, no pueden distanciarse porque ambos se pertenecen. El miedo engendra el control, y el control infunde el miedo, es su objetivo segundo después de informar, de inmovilizar la realidad para congelarla, porque ese es su objetivo más intenso: que nada ni nadie logre escapar con otros símbolos del ruedo de la repetición de lemas rancios.

El control abarca todos los sentidos, aunque la vista que vigila es su aliado más evidente. Gobernar es ver y ser visto con las intenciones del poder, es decir, no dejarse ver de otra manera que la suya propia, con sus mensajes reiterados desde lo alto.

Una de las sensaciones más difíciles de describir es la provocada por el control permanente, una de las evidentes es exhibir  las pruebas de cómo el poder quiere ser visto, porque esas imágenes él las fabrica con ese fin; para ser difundidas entre la masa obediente y ante el mundo.

La foto que ilustra estas palabras es elocuente, es un claro mensaje congelado para el pueblo de Cuba.

Fue tomada en La Habana, el último día del séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba. La imagen instantánea muestra la familia del poder en Cuba. Su temporalidad es relativa: es de un hoy que prolonga un letargo y ordena un futuro inmóvil. El paso del tiempo deteriora la apreciación inicial de la escena, aunque los protagonistas de la tríade parezcan ignorar sus tres cuerpos envejecidos que suman casi 3 siglos de años vividos.

Ya el líder de la familia no se puede parar. Está vestido con la parte superior de eso que los españoles llaman chándal y los cubanos llamamos mono, de la marca Adidas. El uso de esta indumentaria estrafalaria y ridícula en un senil jefe de estado jubilado prueba la desconexión del poder cubano con el mundo. La fallida lejanía con las más simples reglas de la elegancia.

Ha envejecido tanto el Dictador que lo reconoce: su discurso parece una despedida ante la proximidad de sus 90 años  y los 57 cumplidos del reinado local llamado “revolución”. Tenía casi 33 cuando llegó al trono, y hasta esa edad de Cristo contribuyó al mito. Ahora reconoce que su cuerpo es mortal, pero sigue creyendo que la otra parte de su cuerpo, el estado, es eterno.

La otra parte de su cuerpo, su prolongación, es el hermano que lo sostiene por una mano. Ese gesto de árbitro de boxeo decretando al ganador, que tanta confusión provocara en la foto de Raúl Castro con Obama, ahora parece más ridículo, porque el supuesto vencedor está sentado, con los brazos abiertos en cruz tal un Cristo rendido a la fatiga y con la mueca que quiere ser una sonrisa, porque el otro brazo lo levanta uno de los súbditos más fieles e ineficaces del reino, José Ramón Manchado Ventura.

Se ven en la escena o se insinúan otros personajes que, como segundones al fin, tienen que mostrar permanente exaltación hacia sus mayorales: sin ellos no fueran nadie, y sus amos pueden mandarlos al olvido con un simple gesto.

A la sombra y detrás del Comandante otrora Jefe, la silueta del canciller Bruno Rodríguez – el mismo que esperara a Obama con un paraguas en la escalerilla del Air Force One y que el día previo a esta foto catalogara de “agresión” la visita del presidente americano a Cuba –. Más alejada la sombra de la principal figura decorativa del castrismo, un tal Miguel Díaz Canel a quien, para disimular, los Castros han nombrado vicepresidente primero. También una mujer en trance, histriónica, a la izquierda de Castro 2; una camarada del partido, ya mayor que, como en una cadena espiritista, estira los brazos y cierra los ojos, sin poder precisarse si llora de sufrimiento o se regocija.

Faltan por mencionar dos personas – olvidemos al intruso secuaz que cumple su misión y mira detrás cómo Bruno Rodríguez fracasa en el intento por tomar la mano del rey que sostiene Machado Ventura – y fijémonos en el jefe de los guardaespaldas, el nieto preferido de Castro 2, “El Cangrejo”, el mismo que ridiculizara la televisión francesa por el apego insensato a su abuelo durante su viaje a París.

“El Cangrejo” mira hacia nosotros con una mezcla de arrogancia  e ironía. Seguro de sí, del relevo asegurado de los Castros que a él, sin dudas el menos sagaz de los herederos, le han dado como misión, proteger sus cuerpos como garantía de su propia existencia en la cima del reinado.

En la familia real cubana y en su dinastía todo está muy bien organizado para la permanencia temporal de su espíritu, de su casta al frente de la isla. Pero todo orden impone jerarquías, y no hay que pecar de ingenuos y dejar en manos de imbéciles la administración de las decisiones del estado y la gestión de la fortuna familiar. 

Por esa razón el autor de la foto que vemos pudo haber sido Alex Castro. Es él quien se ocupa de la imagen oficial de la corte, y sobre todo de su padre Fidel. Se le reserva la misión práctica de ofrecer las únicas fotos del soberano cuando esté recibe a los visitantes extranjeros que en programadas peregrinaciones acuden a Punto Cero, la residencia mucho tiempo secreta del Comandante en Jefe. Raúl Guillermo Rodríguez Castro, “El Cangrejo” y Alex, cumplen las tareas, complementarias de incapaces; cuidar los cuerpos y sus radiografías públicas, como escrupulosos subalternos del clan.

Faltarán en la foto, por supuesto, los más conocidos candidatos a la corona de la familia. Antonio Castro, el hijo médico de Castro 1, el más exuberante por el exceso de sus lujos y sus vacaciones en yate privado por el Mediterráneo. Y los dos más sobresalientes hijos de Raúl: Mariela – esposa de un italiano devenido empresario en Sicilia –, y el coronel Alejandro Castro Espín, más conocido por “El Tuerto” ­– por el estrabismo de un ojo ­­–, favorito en todas las encuestas a la corona de su padre. No se puede predecir si un rey tuerto sea un mal presagio; tratándose de un militar es más bien un signo de presteza adelantada al disparo de una bala contra el enemigo.

Unir a los tres Castros de padres diferentes, sería demasiado evidente y agitaría rivalidades riesgosas. Además, la foto no es para el futuro, sino para enviar un mensaje de eternidad presente, de permanencia del espíritu dominante aún después de la muerte de esas siluetas seniles que se sostienen apenas entre sí para no caer  o tropezar. Un mensaje, eso sí, de preferencia nacional y doméstica: nada cambiará para los ciervos de la isla, seguiremos aquí presentes, en los cuerpos jóvenes de nuestros hijos herederos que nos miran desde la grada, nos cuidan las espaldas y nos toman en foto.

Falta preguntar ahora a las multitudes de analistas, politólogos, especialistas y otros que han difundido o aceptado de manera ingenua u oportunista que está ocurriendo una apertura y un cambio en Cuba, ¿qué les parece esta foto?, ¿cómo la interpretan?.

En una especie de censura por omisión, casi ningún medio le ha dado cobertura privilegiada a tanta indecente confirmación de inmovilismo. Están en juego muchas cosas y hay que tratar de pasar por alto la tomadura de pelo persistente aplicada durante más de medio siglo por los Castros, hasta a sus más relevantes colaboradores en el extranjero.

Olvidé indicar que esta foto tiene sonido. Mientras transcurre la inmortal escena, se escuchan ininterrumpidos aplausos y gritos de ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!. Aparentemente desconsolados, los asistentes, miembros todos del único partido autorizado en Cuba, lloran y gritan la despedida anunciada del abuelo de la dinastía. Tómese esta breve histeria contenida como el anuncio del futuro funeral.

El poder absoluto tiene el don intemporal de repetirse, ese es su principal argumento, y también, el más persistente de sus riesgos.

Foto: Ismael Francisco, Cubadebate

Partager cet article
Repost0
17 avril 2016 7 17 /04 /avril /2016 12:56
Partager cet article
Repost0
17 avril 2016 7 17 /04 /avril /2016 12:41
CEMENTERIO PĖRE LACHAISE

Y ahora que las torres son todas las torres abolidas y aparentemente corre la libertad de la brisa junto a ese río, los gatos han vuelto a sus espacios de gritos afinados y el gris de las tumbas tiene flores cuando te sientas en la hierba a leer de cerca para abreviar el viaje.

Falta el resplandor de la luz en las columnas de la mañana, el delirio de escaparse por el mar con la ira del esclavo y las velas parpadean desde su soledad apagada.

Ahora que los mapas fueron alcanzados y el aullido de los lobos de Jim Morrison desciende tras las inscripciones del mármol sin escuchar la canción a una mujer perdida.

Ahora que los mapas se despliegan bajo los zapatos marcando con mis dedos los nombres perseguidos por la espera y ese río y todos los ríos dicen ser el Sena, sabemos que la locura ha muerto de serenos aplausos a las estatuas que borran con el sueño las palomas de las plazas.

 

Estoy sobre los mapas elegidos con rabia y tengo miedo que no me duela más el hambre.

 

Y el placer de no olvidar el miedo me hace caminar entre las tumbas dibujando en la tarde las siluetas que me faltan:

Julián del Casal rompiendo con José Martí las cenizas de un arco iris al subir las escaleras de la casa de Victor Hugo. Lezama Lima dejando una rosa también calcinada por la nieve sobre la lápida negra donde Marcel Proust repite que los únicos paraísos son los paraísos perdidos.

 

Ya sabemos que París no existe más allá de los muros de este cementerio. Porque si no qué puedo agregar a la ilusión de imaginarlo después de recorrer las tumbas de solitarios aferrados a la muerte.

 

París no existe porque ha dejado de ser imaginario.

Foto: Orlando Luis Pardo Lazo

 

Partager cet article
Repost0
10 avril 2016 7 10 /04 /avril /2016 14:20
Partager cet article
Repost0
8 avril 2016 5 08 /04 /avril /2016 21:21
Partager cet article
Repost0
8 avril 2016 5 08 /04 /avril /2016 17:51
CUBA DESPUES DE LA OBAMANIA

Ya fue. Ya ocurrió. Sí, es cierto que Obama, el presidente de los Estados Unidos estuvo de visita en Cuba. Como también es cierto que The Rollings Stones cantaron en La Habana. Para alguien (más bien para un cubano) que hubiera caído en un extenso coma, como Christiane, la protagonista de la película Good Bye Lenin, por ejemplo, lo ocurrido en los últimos días en Cuba puede ser la alucinación que confirme las secuelas de su ausencia. Pero no, es real, tan real que el desconcierto ha dado paso a la moda. La razón a la fiesta, la intelección al baile.

Mucho se ha escrito sobre esa semana. Mucho se ha hablado de los cuatro o cinco Obamas que estuvieron en La Habana. El Obama que no fue recibido por Raúl Castro en el aeropuerto. El Obama que escribió en twitter al llegar la desafortunada frase de “Qué Bolá Cuba”, se fue al “Paladar” y jugó dominó en la televisión cubana. Del otro (sobre todo de éste) el más memorable (¿no?): el Obama que se dirigió en directo a los cubanos y habló de democracia, de derechos humanos, del respeto a la opinión ajena. Y del Obama de los cubanos. El que llegó a presidente, a pesar de sus orígenes, en el país del enemigo que se harta de haber eliminado el racismo y nunca ha dado la oportunidad a nadie de remplazar al presidente. El que se esperaba como un Mesías ( 3 Papas habían pasado la prueba sin que nada cambiara para los cubanos) para ver la luz al final de un túnel que cavaron los Castros hace más de medio siglo.

Y para poner la tapa al pomo, también llegó el Obama (“Al hermano Obama”), del Dictador jubilado, de Fidel Castro. Ése, claro, tampoco podía faltar a la fiesta…para aguarla. Para dar la versión de la visita de la minoría retrógrada que se resiste a la evidencia. Esa evidencia que saltó a los ojos de todos durante la conferencia de prensa de Obama y Castro 2: el ridículo del general que no sabe disimular el autoritarismo con el que su familia ha dirigido esa finca de luces apagadas llamada Cuba.

La fiesta duró unos días, y ahora ¿qué queda de tanta hipócrita euforia, en el país que se presenta como víctima del gigante americano y ostenta dos records difíciles de ocultar: el ser el país que más ayuda externa ha recibido del mundo en el siglo XX, y el de no cambiar de apellido de presidente durante más de medio siglo?

Las razones del viaje de Obama

Obama fue a Cuba porque no había nacido aun cuando triunfó la revolución cubana. Porque creció con ella y, quizás sin darse cuenta, con su falsa luz de igualdad hacia las minorías y una larga lista de etcéteras que ha sido la estafa ideológica más grande del continente americano en el siglo XX.

Obama fue a Cuba porque la democracia le termina su mandato, no le interesa la herencia política que deja a su partido, y él y su ego quieren pasar a la historia como los primeros en bajarse del avión de Air Force One en La Habana. Esa Habana que el americano medio cree congelada como un daiquirí en la época de Hemingay, lejos de la guerra de Viet Nam y todo lo que vino después…11 de septiembre y decadencia posterior incluidos.

Se trata de un acuerdo apenas disimulado: hacemos las paces y no corres peligro del proceso judicial que mereces en una democracia que te sacaría del poder. Hacemos las paces y yo (es decir los Estados Unidos de América) dejamos huérfanos a los retrasados populistas que siguen hablando del embargo y el enemigo del norte, en toda América Latina. Ya no más “Yankee go home”. Obama puede darse incluso el lujo de llegar a Argentina el tristemente célebre día de los 40 años de la dictadura de Videla, cómplice amigo de los Castros, por cierto, como demuestran documentos desclasificados de la época y múltiples investigaciones.

El actual socialismo latinoamericano (Venezuela, Argentina, Bolivia) se cae no sólo por la levedad gastada de sus argumentos, la exigente cultura política de sus ciudadanos, sino también por el cambio de táctica del enemigo imperialista, y la pérdida de ese falso faro en penumbras que fue la revolución cubana.

La orfandad de los Maduros, los Correa, los Ortega y los Morales, merecía más espacio en los artículos críticos de la dorada semana de Cuba. Los Castros, mucho más animales políticos que sus engañados discípulos, han dejado a estos con las consignas que ellos desde hace tiempo no llevan a la práctica, abandonados a sus suertes, desorientados.

Obama se fue: ¿Y ahora qué?

La inmovilidad política de Cuba y el cálculo temporal de su vida, es una de las pasiones más erradas de los especialistas de América Latina. El pragmatismo del régimen cubano, la represión a la oposición y sus errores en Cuba y en el exilio, los intereses de ciertas potencias extranjeras en la isla, y, sobre todo, la inercia cívica del pueblo cubano; han hecho que Cuba no haya vivido la transición hacia la democracia pronosticada desde la caída del Muro de Berlín.

Igual dilema surge ante la pregunta recurrente de estos días: “¿Qué va a pasar en Cuba después de Obama?” La respuesta ha ido llegando poco a poco. Además de la errática, pero esperada columna de Fidel Castro en Granma, han aparecido en la prensa oficial los escribanos de servicio criticando lo dicho o ignorado por Obama, se sigue reprimiendo a quienes se manifiesten y, sobre todo, los cubanos siguen votando con los pies y huyendo de Cuba por cualquier vía.

No se puede negar que ciertas oportunidades surgen ahora para el cubano de a pie con la susodicha “apertura”. Pero son remiendos de sobrevida que no cambian lo esencial del régimen; su dirección política, causa de la ruina material del país.

La transición hacia una Cuba democrática sólo puede venir del interior de la isla. Esta verdad evidente fue capital en el discurso de Obama en La Habana. Es la reacción civil de los cubanos lo único que puede impedir el escenario ideado por el castrismo y por los cómodos estrategas extranjeros: la de continuar la dinastía después de la muerte de los hermanos Castros, en este caso dirigida por el coronel Alejandro Castro Espín, favorito al trono.

La visita de Obama a Cuba puede provocar a largo plazo dos situaciones antagónicas. La primera y más probable, la de legitimar el régimen y facilitar la transición ideada por éste con un heredero Castro de nuevo en el poder. La segunda, la más incierta e ingenua, sostenida por quienes no quieren remordimientos de conciencia al apoyar la política de Obama hacia Cuba; la de un cambio político exigido por la sociedad civil cubana, una vez restablecido el contacto con el antiguo enemigo y con el mundo.

 

https://www.youtube.com/watch?v=Sv3C3TfYFyk

Partager cet article
Repost0
19 février 2016 5 19 /02 /février /2016 21:48
PARA ENTENDER A LEZAMA LIMA

(50 años después de Paradiso)

París, 19 de diciembre de 2000

A la salida del metro Saint Paul, en el Marais, uno de los barrios más antiguos de París, debía caminar varias calles hasta llegar a la plaza de Vosges donde me esperaba una amiga. Conocía la plaza porque en ella sobrevive a los turistas la casa de Víctor Hugo, un lugar por donde prefería merodear, de madrugada, en mis primeras caminatas desacertadas al llegar de Cuba con la novela Oppiano Licario bajo el brazo.

Érica Durante compartía con éxito varias paradojas: ser siciliana, preparar una tesis en la Sorbona sobre Dante, Valéry y Borges, y además, tener un novio español. Por teléfono le había comentado que ese día me fumaría un tabaco Montecristo durante nuestra cita y ella, apresurada, había encontrado una buena estratagema para calmar los celos —infundados— de su novio; debía llevarle un tabaco de regalo al peninsular.

Yo, que para avanzar mi novela Las vacaciones de Hegel me inventaba tener que ver a menudo el perfil griego de Érica, acepté la exigencia. Lo que no tuve tiempo de explicarle a mi amiga siciliana es que mi Montecristo consumido era un homenaje al día en que se cumplían los 90 años del nacimiento de José Lezama Lima.

Como aprendí rápido que a las mujeres en Europa les agrada creer que lo dirigen todo, y como yo estaba entretenido tomando notas de su perfil, dejé que Érica eligiera el café donde yo le echaría humo al cumpleaños de Lezama. Y fue, de paso frente a un café del barrio, cuando ocurrió la maravilla.

Una foto en la que aparece Lezama fumándose un tabaco de ceniza azulada, ilustraba el affiche de una exposición sobre la historia de ese vicio insular. De más está decir que mi modelo siciliana, ante mi estupor, convenció al barman de regalarnos la imagen. Y desde entonces este coloreado Lezama fumador se burla de mí todos los días, desde lo alto de mi escritorio. Yo quise apropiarme de esta vivencia oblicua a mi manera. Y encontré en la experiencia dos signos enviados desde sus siestas celestes por El Maestro: tenía que escribir de una vez una tesis sobre él en la Sorbona, y comenzar a organizar como pudiera, un homenaje a sus 100 futuros años.

Cienfuegos, primavera, 1990

Una tarde de otoño, en la biblioteca de Cienfuegos, la ciudad más independiente de Cuba, al entrar a devolver la novela Paradiso  Mitsy, una espléndida muchacha de apenas 17 años; comenzó mi pasión por José Lezama Lima. En aquel lugar yo era un bibliotecario que cumplía la condena del servicio social al que estaba obligado todo graduado universitario en aquella isla. En la facultad de letras de la Universidad Central de Santa Clara yo había tenido mi primera cercanía con Lezama. Pero había salido de él corriendo, asustado, para refugiarme en la poesía calmada, como todo mediodía criollo, de Eliseo Diego. Lo incomprensible que resultaba Paradiso provocó que al hacerme descubrir los profesores Juan Ramón González y Arnaldo Toledo, y la escritora Berta Caluff, la poesía de Diego, encontrara así la manera de evitar a Lezama y llenar el espacio de la pregunta sobre “Orígenes” en algún examen, me decía. Hubo, claro, otras múltiples pasiones que me unieron a aquella ciudad de Cienfuegos, donde las 24 horas del día me acosaba con placer el olor del mar. Pero descubrir así, cuando menos me lo imaginaba, que una adolescente podía leer a Lezama y entregar de vuelta, como si fuera una banal tarea escolar, un libro como Paradiso, desafió por partida doble a mi orgullo y a mi capacidad intelectual. Aquella muchacha con su gesto despreocupado y aquel bibliotecario aburrido, unieron sus circunstancias para tratar de encontrar a Lezama, a la escritura, y al hombre que todos afirmaban encarna, en el siglo XX literario nuestro, la más universal de las cubanías. Me di cuenta que había hallado un curioso atisbo para aventurarme por otra vía en ese universo trastocado de Lezama: me propuse releer Cercanía a Lezama Lima de Carlos Espinosa y El ingenuo culpable de Reinaldo González. No me equivoqué al suponer que ver al ser humano, a través de la memoria de otros que le habían conocido, podía persuadirme de abandonar mis prejuicios al leerle.

Primera lección: para leer a Lezama hay que olvidar todo lo que culturalmente nos antecedió. Él se ocupará de poner las cosas en su lugar, es decir, en otro lugar, el suyo. Y comienza, desde la primera bocanada, la pertenencia a un clan o a otro. Eres miembro para siempre de los coléricos que lo detestan, o comienzas a formar parte de quienes lo adoran, sin poder terminar nunca de explicar por qué. Esto no es una simple construcción binaria, que se sepa. Todo aspirante a lector de Lezama, ha vivido una de las dos reacciones. Nadie sigue de largo sin lanzar un asombro ante la rareza risueña de su dificultad

La Habana, otoño, 1992

Bajo ese sol tan eterno como irrespirable de La Habana, muchas tardes, me iba a la costa de la antigua playa de Marianao a leer a Lezama Lima. Yo esperaba la llegada de algo que según los días y mis humores tomaba la forma de enunciados diversos, cuando en realidad se trataba siempre de lo mismo: escapar de Cuba. Y mientras esto llegaba me leía a Lezama. Anotaba en cuadernos sus citas, subrayaba de amarillo sus versos y diatribas. Me iba incluso a su casa, recuerdo, a deambular entre las paredes entonces vacías donde respiraba su escritura. Localizaba los libros que le pertenecieron en la Biblioteca Nacional (recuerdo aquel, de Nerval, que él había firmado), y hasta transcribía pasajes enteros de Paradiso.

A mano, como si fuera más fácil con mi mano alcanzarlo, preguntarle, en fin, entenderlo. Me veo, por ejemplo, en la costa, sentado sobre los espacios que un puñado de arena deja entre dos filosos arrecifes y un salado charco breve, leyendo las “Eras imaginarias” de La cantidad hechizada. Con una crema hecha de cerveza y mantequilla para protegerme del sol, trataba de perforar esa dificultad alocada de asociar a los etruscos con los aztecas, a José Martí con Pascal, a Descartes con una pagoda China. Mi asombro había pasado a ser devoción. Y como toda devoción devora la distancia crítica, yo repetía, me empapaba, en suma; me dejaba llevar. Hasta adaptaba al contexto de la escasez y de las fugas cotidianas por el mar a fragmentos de ideas de Lezama. Recuerdo una: “Todo lo hemos perdido, desconocemos qué es lo esencial cubano y vemos el pasado como quien posee un diente, no de un monstruo o de un animal acariciado, sino de un fantasma para el que todavía no hemos invencionado la guadaña que le corte las piernas”

Y era clarividente: todo lo habíamos perdido en aquel verano del 92, desde la luz eléctrica hasta el arroz y las siestas. Ah, no tenía a muchos con quienes compartir este viaje. Mis amigos literatos se habían ido y los que quedaban ya se alistaban para ser acólitos en capillas recién abiertas por clásicos locales. Recuerdo, se hablaba de “novísimos”, de Julián del Casal y se ponía de actualidad Virgilio Piñera. Y si bien es cierto que la película “Fresa y chocolate” devolvió por un tiempo a Lezama al dominio público, la imagen que se dio de él no pasó de una foto y de un pasaje – ”el banquete”- de Paradiso.

Por suerte encontré a unos pintores febriles por el alcohol artesanal y la intención de no pensar en las carencias, con quienes me iba a Topes de Collantes, a bañarme en las cascadas y a recitar a coro “Muerte de Narciso”. La conclusión es simple: en aquellos habaneros años 90 yo seguía a Lezama. Como muchísimos críticos, repetía el itinerario que él había trazado: “Sistema poético del mundo”, “Eras imaginarias”, “vivencia oblicua”, y así, toda la embriaguez abrumadora con la que él pierde a un lector inofensivo.

 Segunda lección: una vez dentro, después de un primer viaje y de haber aceptado sus reglas, hay que darle otra vuelta a Lezama. No se le puede obedecer del todo. No se le puede dejar todos los mapas. Hay que reflexionar, en suma, dudar de la ejecución de lo que él nos quiere hacer creer. Pero a esa conclusión llegué mucho después, durante mis años de vagabundeo por las bibliotecas de París.

Lezama y un nuevo siglo

Un día en París, hastiado de buscar “lo que quiere decir cada cosa”, se me ocurrió detenerme a estudiar las formas. Y hablando de formas (más bien leyendo) elegí al cuerpo. Quise abandonar la idea tan romántica como perezosa y mal intencionada del Lezama espiritual, encarnación de la utopía de la fundación de un mito insular y todas esas cosas que sólo toman en cuenta las intenciones del Lezama muy joven. Quise saber qué había sido de la idea de querer crear, al escribir, un cuerpo, una sobrenaturaleza, una sustancia ajena e independiente que sobreviva al tiempo. Un cuerpo compuesto por imágenes de culturas diversas y elementos sin conexión lógica con ellos.

Cuando Lezama dice que quiere crear un cuerpo que a la vez sea escrito y eterno está adaptando a su proyecto estético la idea cristiana del nacimiento asexual y de la resurrección. Nada nuevo. Lo nuevo sin embargo son las asociaciones con las cuales Lezama escribe ese cuerpo. De nada sirve tratar siempre de encontrar el cierre a sus metáforas, la significación recóndita: nunca se encontrará del todo.

Mi teoría de buscar el cuerpo inmerso en los poemas de Lezama (el insular, el barroco, el de “Las eras imaginarias”, y el del propio Lezama, al final de su vida), me permitió concentrarme más en el texto y en las contradicciones o no de éste con la conciencia de Lezama, con su intención. En esos aciertos o disimetrías salió la confirmación de mi tesis: el cuerpo es la principal forma en la escritura de Lezama. El cuerpo de un sujeto (ideal, como es José Martí, metafórico, como lo es Narciso, o el propio, como el de Fragmentos a su imán) se puede construir y descifrar en sus poemas, ensayos, incluso en sus diarios y apuntes.

Pero esa fue mi idea, otras, infinitas, pueden imaginarse para leerle y llegar a otras conclusiones no menos sorprendentes y enriquecedoras. Contrario a lo que se ha repetido, Lezama no inventa sus citas, él las transforma. Las altera y las superpone a otras que su imaginación decide asociar. Lezama juega con el lector y sabe de antemano que sólo algunos persistentes avanzarán en el desciframiento de sus códigos.

Un solo ejemplo. En su ensayo “Preludio a las eras imaginarias” de su último libro de ensayos La cantidad hechizada, Lezama menciona a un tal Euforión. A fuerza de busca, encontré en su poema “Danza de la jerigonza”, que cierra el libro La fijeza de 1949 lo siguiente: “De noche, Puck al piano y Euforión se precipita en el barranco/ con los puercos.

También en su libro Analecta del reloj de 1953 en su ensayo “Sobre Paul Valéry”, escrito en 1945, Lezama se refiere a este Euforión. Si buscamos en Wikipedia vemos que Euforión fue un poeta griego… y que no aparece nada de barrancos ni de saltos en su vida. La respuesta me la dio una ensayista alemana: el Euforión al que se refiere Lezama aquí es el hijo de Fausto y Helena que en el Fausto de Goethe, trata de volar (como Ícaro) lanzándose desde un barranco y se mata. La cita no es falsa, pero da una vuelta y regresa, además, ¡con unos criollos puercos en el barranco!

Tercera Lección: busca con paciencia a partir de su lenguaje y de sus referencias y habrá siempre sorpresas como la que acabo de mencionar. Al final, la imagen se abre a otras culturas, a otros símbolos, y una parte de la cultura universal entra a la nuestra insular y a la del lector que ha buscado con paciencia, en La Habana, en Tampa o en Montevideo, aunque acepte con regocijante resignación que tratar de entender a El Maestro, es imposible y fascinante.

Publicado en: http://scholarcommons.usf.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1106&context=surcosur

Partager cet article
Repost0
30 janvier 2016 6 30 /01 /janvier /2016 15:02
Partager cet article
Repost0
17 janvier 2016 7 17 /01 /janvier /2016 12:19
Partager cet article
Repost0