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1 mai 2023 1 01 /05 /mai /2023 13:11
Colección de arte cubano de François Vallée se muestra en Francia

Colección de arte cubano de François Vallée se muestra en Francia

         Con el sugerente nombre de Tout le poids d’une île que retoma el título de la traducción francesa del poema La isla en peso del escritor cubano Virgilio Piñera, se expone en el Musée des beaux-arts de la ciudad francesa de Rennes la colección de François Vallée. Traductor y profesor, Vallée ha adquirido más de 400 obras de arte cubano a lo largo de los últimos 30 años. Una parte de su colección se reúne en esta exposición para la cual los artistas Néstor Arenas, José Bedia y José Franco, muy amigos de François Vallée, aceptaron su invitación a pintar cada uno una monumental instalación efímera. Otras dos exposiciones con obras de esta colección se abren al público de manera paralela también en Bretaña, concretamente en el Centre d’art contemporain 40mcube de Rennes y el Centre d’art contemporain Passerelle de Brest, ambos centros de arte de interés nacional.

1 AVZ: La primera pregunta que un espectador se hace ante tu colección es, ¿por qué Cuba y su arte? ¿Fueran las circunstancias, el deseo de dar una cohesión a lo adquirido, o el gusto por lo cubano lo que te ha motivado como coleccionista en las últimas décadas?

   Te diré que las cosas siempre empiezan (y terminan) por azar: el “azar concurrente”, este azar poético y mágico que no dejó de perseguir a Lezama Lima. La primera novela que leí en español fue Tres tristes tigres, de Guilllermo Cabrera Infante; esa novela multiforme y polifónica me impresionó mucho cuando era joven, por cuanto constituye una oda nostálgica a La Habana nocturna de 1958, un canto de amor colmado de melancolía incurable por esa ciudad que el autor recrea y mitifica a través de un experimento con el lenguaje y las estructuras narrativas. Algunos años después, durante una entrevista para un puesto de trabajo como profesor en el extranjero, en el marco del servicio nacional de la cooperación, mientras el director general de la Alianza Francesa me iba proponiendo distintos lugares de destino, le dije inmediata y espontáneamente: “Me gustaría ser destinado a La Habana”. Sorprendido, me preguntó si mi deseo se debía a motivos políticos. “No, solamente literarios”, le respondí. Entonces entablamos una conversación jovial y animada sobre esa novela, que él también apreciaba mucho. Una semana más tarde, recibí una carta del director del personal del ministerio francés de Asuntos Exteriores, en la que me indicaba que me confiaban las funciones de profesor de francés en la Alianza Francesa de La Habana a partir del 1° de septiembre de 1990. Entonces fue cuando tomé conciencia, con José Martí, de que “el viaje humano consiste en llegar al país que llevamos descrito en nuestro interior y que una voz constante nos promete”. Mi primera estancia en Cuba duró dos años, durante los cuales conocí a gente (alumnos míos, por lo general) que trabajaba en el ámbito del arte: artistas, críticos, curadores, profesores del ISA, etcétera. Me fui introduciendo en un medio que por entonces me era ajeno, pero que rápidamente se me hizo familiar y tomó una influencia preponderante en mi vida. Al codearme con los artistas que, en su mayoría, se hicieron amigos míos, se afinó mi óptica, como diría Rimbaud, y empecé a comprar obras de arte. En 1990, el bloque soviético todavía no se había derrumbado: lo hizo un año más tarde, provocando una situación catastrófica para los cubanos que, repentinamente, quedaron expuestos a las penurias del “Periodo especial en tiempos de paz”. Por tanto, tuve la suerte inaudita de poder comprar obras de arte excepcionales con mi salario de profesor, y así fue como pude empezar a crear mi colección, que me recuerda “otra ribera, otra vida”(Pushkin); la ribera más feliz de mi vida, la del tiempo de la luz, “luz junto a lo infuso” (Lezama Lima). 

     Desde entonces, no dejo de escribir textos o ensayos sobre el trabajo de mis amigos artistas, de tener conversaciones con ellos (pronto publicarán un libro con las 60 entrevistas que les hice a artistas cubanos), de viajar a Cuba o a otro lugar para encontrarme con ellos, comprarles obras y experimentar ese “escalofrío nuevo” (Víctor Hugo): el escalofrío de la adquisición.

2 AVZ: François en el catálogo a la exposición de tus obras se precisa un marco temporal. Lo que posees y expones abarca desde los años 1950 hasta la actualidad. ¿Se trata de una elección tuya o de una adaptación a las circunstancias en las cuales adquiriste esas obras?

        Mi colección comienza con obras de los años 1950, las de Loló Soldevilla, de sus amigos que formaron el grupo Los Concretos y de artistas del grupo Los Once. Estos artistas constituyeron el núcleo de un lenguaje pictórico abstracto que puso en tela de juicio la imagen de una identidad nacional que movía el motor de todo un proceso creativo iniciado a partir de los finales de la década de los años 1920 hasta los años 1940. Los artistas de los años 1920 construyeron a través de su pintura una identidad cubana muy influenciada por los recursos de la Escuela de París, del cubismo, del surrealismo, del expresionismo, asociados a la imaginería popular, la tradición barroca, el entorno visual y la sensualidad de los paisajes y habitantes de Cuba. Los de los años 1940 se fueron alejando de la dimensión social para acercarse a una sensibilidad más introspectiva pero sin abandonar la preocupación nacionalista. Muchos artistas de esa generación empezaron a encerrarse en algunos estereotipos, en particular un picasionismo edulcorado y cierta redundancia estilística. La posición ideo-estética de los artistas que incluían el grupo Los Once fue una reacción vigurosa contra las dos generaciones que los precedieron y comenzaron a laborar dentro de una absoluta libertad temática y teórica, sin complicidades, libres de disfracismos pseudocubanos. La ruptura con las generaciones anteriores fue evidente. La abstracción fue para los artistas jóvenes de los años 1950 una herramienta crítica y contestataria que les permitió romper con el tropicalismo soso, rebelarse contra el establishment e incluso contra el régimen dictatorial de Fulgencio Batista. Por eso me interesé en estos artistas y con ellos empieza mi colección.  Pero la generación de artistas cubanos que más me fascina es la de los años 1980. Se trata de artistas (me refiero a los insignes) cuyo arte está desprovisto de cualquier propósito mercantil o especulativo; un arte de ideas añadido a una dimensión alegórica, paródica, conceptual, antropológica y posmoderna. Se trata de una generación de artistas que, influenciados por el expresionismo sombrío, irreverente, grotesco, violento de las figuras mayores del arte cubano de los años 1960 (como Chago Armada, Umberto Peña, Antonia Eiriz, Raúl Martínez, Jesús González de Armas…), transformó profundamente el arte académico, conservador, activista y moralista de la década anterior (“la década gris”, la de los años 1970), fundamentado en la ideología marxista-leninista, la lucha revolucionaria, el dogma estereotipado de la identidad nacional. Fue una generación, igual que la siguiente, que renovó la escena cultural cubana y, cosa extraordinaria, la cultura de este país, al llevar el arte más allá del arte. Estos artistas entendieron que exigir que el arte tuviera una utilidad social, por muy revolucionaria que fuera, equivalía a negarla en su aspecto más específico: la afirmación de la libertad. Lograron elaborar un arte sin restricciones, imposiciones o consignas, utilizando los lenguajes y las metodologías desarrolladas desde los años sesenta en Occidente; esto es: abriéndose al mundo a la par que defendiendo una autonomía y una ética de su producción artística. Por eso están muy presentes en mi colección.

-     Pero la verdad es que esta colección se destaca por su eclecticismo y diversidad. La red de amigos que construí en el mundo del arte cubano me permitió, y me sigue permitiendo, adquirir obras de artistas prestigiosos que forman parte de los más grandes museos del mundo, como el MOMA, la Tate Modern o el Centro Georges Pompidou; pero también de artistas poco conocidos y ausentes de las instituciones, cuya obra posee sin embargo una fuerza poco común, una estética superior. Tengo el designio de construir una estética (Aisthésis = sensación), de elaborar un sistema de referencias visuales, de correspondencias y de resonancias entre artistas de diferentes generaciones, de diferentes estilos, de diferentes espíritus y percepciones. Es como seguir el hilo de Ariadna: una obra lleva a la siguiente, continuamente. 

3 AVZ: En lo expuesto en el Museo de Arte Moderno de Rennes se respira un aire fresco y contemporáneo. Por no citar más que un ejemplo, expones cinco obras de Hamlet Lavastida. ¿Has tenido alguna exigencia personal a la hora de escoger las obras de los más recientes artistas cubanos?

     No establezco ninguna jerarquía, no tengo ideas preconcebidas: sigo una línea subjetiva, interior que se extiende por todas las direcciones, sin límites, fuera de los caminos trillados. Soy todo lo contrario del coleccionista borreguil y especulativo que “compra por el oído” y luego se exime del pago de impuestos; que frecuenta las ferias de Art Basel, de Frieze, la Bienal de Venecia, en gran medida convertidas en parques temáticos, una antesala de los negocios, una jungla, una áspera competencia de imposturas, de dinero, de esnobismo. No se trata para mí de atesorar, sino de ordenar obras que, al responderse mutuamente, dan que pensar. Las obras de los jóvenes artistas me interesan tanto como las de las generaciones anteriores, siempre y cuando me conmuevan. La obra de Hamlet Lavastida me interesa porque hace de la verdad un asunto de vida y de acción, interroga y cuestiona la noción de totalitarismo que aniquila la libertad del pensamiento y avasalla al individuo. Su actitud se organiza en torno al concepto de artivismo y se acerca a la conducta subversiva de los artistas de Fluxus al relacionar el arte y la vida por mediación de acciones concretas creadas como actos de resistencia frente a una sociedad demasiado asfixiante. Se trata de una obra valiente y aguda, profundamente comprometida en una andadura de creación y de concretización de una visión sui géneris que tiene una relación muy estrecha con el contexto cubano y que, por su índole contestataria, su cuestionamiento sistemático del autoritarismo, de la dominación, de la represión, del adoctrinamiento, de la censura, de la injusticia, le ha valido duras críticas por parte del régimen castrista. Lavastida utiliza documentos oficiales sacados de la prensa cubana del período revolucionario o logotipos políticos, y se reapropia de ellos, los deconstruye con el propósito de denunciar las herramientas profilácticas, como él las llama, de la maquinaria ideológica castrista.

4 AVZ: Una pregunta sobre los artistas cubanos que han vivido y creado en Francia. Pienso en Wifredo Lam, Agustín Cárdenas, Jorge Camacho, Joaquín Ferrer o Ramón Alejandro. ¿Forman parte de tu catálogo y no aparecen expuestos aquí, o por preferencias personales no integran tu colección?

       Yo venero la obra de los artistas que me citas, pero no tuve la dicha ni la suerte de conocerlos personalmente y los precios de sus obras siempre me fueron inaccesibles. En cambio, conocí y traté mucho a Guido Llinás, quien vivía en Montreuil. Fue Nivaria Tejera, la gran escritora cubana, quien me lo presentó. Le compré varias obras y solía ir a visitarlo un par de veces al año. Era un hombre tan simpático, divertido y profundo.

5 AVZ: François, como sabes, no se puede hablar de ningún tema que trate sobre Cuba en las últimas seis décadas sin aludir o mencionar a la política, y a todo lo que ella influye o determina en la isla, como es el caso del arte. Sorprende en la exposición que tanto el afiche que la promueve (una chica con una barba de espuma) como el primer cuadro que alude a “Las damas de Blanco” (las esposas de los presos políticos), pueden ser polémicos. Otro detalle curioso: en todos los casos se indica el lugar de residencia actual del artista. ¿Ha sido un desafío para ti en lo personal abordar abiertamente y sin prejuicios el tema político o ideológico que no eluden los artistas cubanos más recientes?

          Lo más importante para mí ha sido romper con el lugar común llamado Cuba, la visión simplista, reductora y muchas veces falsa que los extranjeros tienen de este país y de sus habitantes. Cuba no se reduce al proceso socio-político definido como la Revolución cubana y la obervación más aguda que se puede hacer sobre la cubanidad es que esta se opone a cualquier intento de imponer un orden unificador. « Definir es cenizar », como escribió Lezama. Ahora bien, los artistas siempre interrogan su identidad idiosincrática y esta, para los cubanos, es indisociable del régimen político vigente en Cuba desde hace 64 años. Tú sabes que desde el primer Congreso nacional de Educación y Cultura en 1971 el arte es considerado oficialmente en Cuba como “un arma de la revolución” al servicio de la transformación política y social. La fórmula proferida en 1961 por Fidel Castro durante su discurso a los intelectuales: “Dentro de la revolución, todo. Contra la revolución, nada” (inspirada del lema de Mussolini: “Todo en el Estado, nada contra el Estado”), siempre ha sido uno de los fundamentos mayores de la política cultural del país. La obra de arte siempre ha sido subordinada a una ideología de estado, a las necesidades del aparato político y a la propaganda ideológica. Por tanto, el tema político está tan presente en la obra de los artistas cubanos, tanto en la de los de dentro como de los de fuera. Esta es otra característica de mi colección: romper con la polaridad, la dicotomía con las cuales siempre se presenta el arte cubano: el de la isla o el del exilio.

6 AVZ: El título de la exposición lo tomaste de un poema antológico de la poesía cubana. Incluso muestras una foto del escritor Virgilio Piñera, obra del no menos célebre fotógrafo habanero Chinolope. ¿Por qué eliges ese título para exponer cuadros, fotos, instalaciones de artistas de Cuba en un museo francés?

        La isla en peso constituye la reflexión más desgarradora y profunda que he leído sobre la identidad cubana y su esencia insular, un intento prodigioso de desmitificar y remitificar la Isla de Cuba. Admiro profundamente la obra literaria de Virgilio Piñera, un intelectual sumamente valiente, independiente, libre, disconforme, maldito, que asumió una relación ética con la literatura, un hereje que siempre se situó en el « afuera », en el « más allá de cualquier lugar común o de oficialidad, literaria o no », como lo escribió Abilio Estévez. Pero su obra, como la de tantos de los artistas representados en esta exposición, a pesar de cuánto ilumina, sigue sin el reconocimiento que merece. Era para mí simbólico y natural usar un verso suyo y mostrar la magnífica fotografía que Chinolope (otro artista cuya oba permaneció en los márgenes) hizo de él.

Publicado en REVISTABECULTURA Buenos Aires, 5 de enero de 2023: https://revistabecult.com.ar/todo-el-peso-de-una-isla-coleccionar-arte-cubano-en-francia/?fbclid=IwAR2VMajfdSuVZQgk-Ra5Kcve38wQw_YRn9mU6jDIgdVrn7WUZkDaYIj0iQw

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