Overblog
Suivre ce blog Administration + Créer mon blog
8 mars 2020 7 08 /03 /mars /2020 10:32
CALVERT CASSEY EN EL ULTIMO “CICLON”

EN SAN ISIDRO

A las dos de la mañana

            Aquí no llega nadie. El hedor a coito mustio y mercenario es demasiado fuerte. Al olor que dejaron al pasar por aquí mil axilas esclavas, traídas de Guinea en inmundas bodegas y arrojadas sobre la Manchina o sobre el muelle de Luz, vino a unirse el olor nauseabundo que despedían los primeros chinos que trajeron engañados, después del viaje de seis meses desde el Yangtsé, el olor a albahaca fresca de las primeras amancebadas, el olor a agua de Florida de los chulos franceses y cubanos, el olor de las cebollas pudriéndose en los almacenes de víveres, el olor a mango podrido, a prostituta vieja, a cistitis centenaria, a flores blancas y a muerto. Y este es el olor maravilloso de exhala todo el barrio. Debió nacer en el viejo sufridero de Paula. Es un olor a infamia, a pus y a vomito. Quien no ha sentido no conoce la medida de la inutilidad del dolor humano. Son tres siglos de dolor, casi cuatro.

            A esta hora comienza a salir de las alcantarillas. Los que viven aquí no lo sienten, viven a prueba de olores. Un mes en San Isidro y ya se puede dormir para toda la vida en un campo de batalla dos días después, cuando aún no han acabado de enterrar a los muertos, o en un cementerio de paquidermos. Lo que inunda la calle es el vaho de tres siglos de futilidad., del que hasta los animales huyen. Las tristes casas de lenocinio que quedan cierran sus puertas, a las que apenas llama nadie. Tiran los postigos con un ruido sordo. Las calles se quedan muertas, exudando un humor helado.

            El olor es ahora enloquecedor, paralizante; no pasa un alma, no se mueve un soplo de brisa, no se oye un ruido. Huele a sangre de muchas capas de humanidad, a millones de brazos exangües, a limo corrompido y a tumor incurable. Los tres siglos del viejo barrio son en realidad tres paleolíticos de fatiga. Si este es el continente joven, el resto del mundo debe ser inmensamente viejo. De aquí no se sale más que para los grandes necrocomios colectivos, anteriores al complejo del aire refrigerado. Los manicomios son lugares risueños, dorados por el sol, los hospitales hoteles suntuosos en realidad, donde nadie sufre, las cárceles escuelas modelo.

            Ya no se puede andar, el olor de lo ha invadido todo, lo ha paralizado todo, lo ha petrificado todo. Huele a aliento de necrófago después de un festín. No se puede gritar. Los gritos no se oyen, no hay eco en este ambiente espeso y aglutinante, en este hedor de suicidio. Así debía oler el circo cuando quedaba vacío después de los banquetes, y el olor debió quedar oculto en algún conducto ignorado de la tierra debajo de Roma, y sale por aquí a esta hora.

            En el fondo no es más que un olor maravilloso a sangre, a orgasmo, a polvo y a sudor humanos, pero tan concentrado y destilado que ya el olfato no lo reconoce y produce locura.

A las tres de la mañana

            En realidad, son exageraciones, cuentos de la gente del año 10, del año de Yarini, que no tiene otra cosa de qué hablar y se aburre. Estas visiones son el ectoplasma de la leyenda, que una vez nacida crea su propio mundo y sus emanaciones y su espuma blanca. Lo que se ve no se ve si se mira bien. Que le pregunten a esta vieja judía matrona de prostíbulo que pasa escupiendo de manera incontrolable y a una velocidad increíble, a razón de sesenta escupidas por minutos hasta que se la llevan agotada, escupiendo siempre, vaciada por la estomatitis galopante que la tiene escupiendo desde que bajó del barco que la trajo de Constanza desde hace mil años. O a esta guajira eternamente asqueada que está encinta hace veinte años, con el mismo vientre inquietante que no varía de tamaño. ¡Qué horrible indiferencia la de esta pareja! Tristes criaturas que bailan un danzón aterrador, de una lentitud tan exasperante que provoca gritos de desesperación entre quienes la contemplan. Sentada en una silla descomunal una gorda, madre de todas las gordas, preside. Con una expresión de placer infinito y los ojos cerrados sonríe continuamente como ante una visión que ella sola ve. Está desnuda y descalza, los pechos gigantes son tan blancos que deslumbran. La cabeza y el rostro se pierden sobre este cuerpo inmenso, pero la sonrisa hace que la cara perdure y domine la calle. Todos la contemplan con una expresión de íntimo afecto.

            Este público es todo de hombres de una blancura enfermiza. Pensativos y enfundados en bivirís inverosímiles, llevan los calcetines sujetos con ligas.

            La calle se queda sola y limpia, sin una brizna de polvo. Todo está tan limpio que repugna: esta ausencia de polvo produce temblores; es un vacío lunático, sin contaminaciones ni esputos. Han extraído el aire y el calor sofoca. Los muros están llegando al punto de ignición. Los brazos se abren por los costados, en quemaduras que comienzan a supurar enseguida. Aunque aparentemente no pasa nada todo se está friendo, la piel estalla en burbujas de grasa hirviente que se consume rápidamente en el aire sin oxígeno. Las mirillas practicadas en las ventanas están ardiendo en silencio y alcanzan las temperaturas altísimas en que el calor es helado. Hay que marchar por el medio de la calle para no quedar pegado y desaparecer en estos muros lívidos que secan la piel. Se oye el calor, y es increíble que no estalle la conflagración. Junto a los muros hace un frio espantoso. Las paredes abrasan en frío, y para enconar las quemaduras inmediatamente, deslizan un zumo viscoso, como el de ciertas plantas.

            Los muros se hinchan, se contraen, tiemblan de inmovilidad. Es imposible que nada estalle en este vacío exasperante. Las manos se inflan, hay que avanzar a ciegas, con los ojos cerrados para que no se licuen las escleróticas. La cera hierve pesadamente dentro de los oídos. Los balcones laten con unos estremecimientos que desplazan el vacío y martillan los tímpanos. Ya no hay orientación posible, ni la brújula de Cristóbal Colón podría volver a funcionar aquí, y el almirante se empaparía las medias de puro miedo. Sólo los viejos hedores conservan su jerarquía y en esta selva de cal refractaria sosiegan el alma y la llevan por los caminos consoladores de la esperanza.

A las cuatro de la mañana

            Tus esquinas sudan horro, abren llagas. Por las noches se las oye llorar de terror, al paso de los fantasmas de las rameras y de los chulos decapitados, que en castigo a su crueldad se ahogan en su propia sangre.

            Hace treinta años que tus cloacas no funcionan: están tupidas con el semen doloroso de veinte generaciones de desesperados.

            Méceme, méceme en tus brazos, gran madre tierna y blenorrágica. Yo quiero ser uno de tus desesperados, participar del gran dolor banal de tus suicidas, oler el primer chorro de sangre de tus degolladuras, oír el último vagido de tus ahorcados. Méceme, hembra amorosa y supurante, en tus grandes brazos leprosos; aliméntame con tu sangre, con tus humores y con tu sudor; aliéntame con tu agrio aliento inmundo; une la sangre podrida de tus arterias a la sangre podrida de las mías. Que a mí me toque algo de tu dolor y de tu infamia ¡no me dejes fuera de tus llagas, padre San Isidro!  Límpiame, puta vieja y compasiva, con el pus de tus muslos elefantiásicos, purifícame con tus secreciones, lávame en el turbión de tus orines. No me dejes fuera de tu dolor, no me excluyas de tu pesadumbre, ¡sálvame, sálvame, púdreme, sólo tú puedes salvarme!, sólo en ti puedo hallaré el descanso y el amor; imprégname, madre mía, recibiré la purificación, sólo tu dolor podrá redimirme. En la última hora, madre mía, padre San Isidro, sublime maricón, desdentado, deposítame tumefacto y podrido en las aguas que te han asignado en la vieja bahía, para poder lamer mucho tiempo tu viejo costado purulento, con los detritus y con los peces muertos.

Calvert Casey, Ciclón, La Habana, Vol. 4, Núm 1,

Enero-Marzo de 1959, p. 15-17

Partager cet article
Repost0
1 mars 2020 7 01 /03 /mars /2020 19:48
SEVERO SARDUY SOBRE ANGEL ACOSTA LEON

UNA CARPA DE CIRCO DESCOCIDA

    En la euforia dominical y suburbana se despliega, soplada por un ciclón, sino por un viento retozón y platanero, la carpa del Santos y Artigas, circo insular que aureolaba un prestigio desmesurado, casi romano.

    Las cacatúas, pintureras y parlanchinas, criollas cítaras de plumas, afrontan sus retóricas en una jaula barroca. La gigantesca cafetera niquelada silba; el carruaje de los reyes pintarrajeados está dispuesto a salir de la pista…

    Pero no: esto no es más que el repertorio, el “tema” abusivo en su enunciación, de la pintura de Acosta León. La realidad –porque hay una realidad del lienzo que va más allá de todos los temas, de todo, incluso, lo que se ha figurado o se ha intentado figurar – es muy distinta. Contradictoria, antípoda, minando desde el interior, con la solapada corrosión de un curare, lo que el cuadro, a primera vista y con el título, finge presentarnos…

    Carpas de circo, sí: pero leprosas, siniestras y zurcidas. Cafeteras gesticulantes y oxidadas, presas de una convulsión o del salitre; carruajes cojos, de ruedas irregulares y chirriantes. Pericos emperejillados, reducidos a babosas crisálidas, fatuos plumeros que hilvana una torpe tela de araña.

  Todo un mundo, es verdad, pero no el bruñido, aceitado y funcional que previeron algunos cuando, a fines de los cincuenta, surgió Acosta León, y del cual llegaron a ver, en sus cuadros, un emblema. Todo un mundo: el del desajuste y la carestía, el del eje partido, el de la espiral vencida, la rueda floja y el tornillo suelto. Los emblemas, los blasones de una maquinaria insular dorada, que iba sobre ruedas y cuyo rumor nos dormía en una apagada siesta, resultaron ser no emblemas, sino anuncios, signos de lo resquebrajado, avisos de lo que iba a descuartizarse. La pintura de Acosta León es, en verdad, una heráldica de la Chatarra.

    Es el miedo, o el “barrunto” de una futura noche insular lo que atraviesa esos aparatos y los sacude con un terror convulsivo, parkisonado.  La convicción pesadillesca de que los objetos también padecían. Recuerdo que en París, hará unos treinta años, Acosta León me dijo que no podría tomar nunca más el metro. Inmediatamente atribuí ese rechazo a la monotonía de los trayectos, al deseo de conocer la ciudad o a la claustrofobia. No se trataba de eso: la hipersensibilidad, la captación desmesurada, como agrandada por una cámara de eco, que el pintor tenía de todo lo que le rodeaba era tal, que no soportaba la crueldad y el ensañamiento con que el empleado, a la entrada del túnel, perforaba el billete de metro…

   Así, me parece, que suenan sus cuadros: chirridos, rumores delirantes o tintineos de instrumentos quirúrgicos, las ruedas son las de un carro de disección; su brillo siniestro y meticuloso el de una morgue.

    Matta, que marcó con sus maquinarias incandescentes la historia de la pintura, no podía más que ser sensible a este reverso détraqué y como chillón de su iconografía. Trató de rescatar a Acosta León de la noche fóbica o de la nave de los locos que lo iba consumiendo. Fue inútil. El ultimo aparato, ya prefigurado en su pintura y con el mismo sentido mortuorio que lo atrajo, y para siempre, fue la hélice del barco que lo llevaba de regreso al país natal.

 

Severo Sarduy, París, Marzo de 1990.

Catálogo de la exposición “Angel Acosta León”

Gallerie du Dragon, Paris, Julio de 1990.

(Cortesía de Jacobo Machover)

Ilust: “Dibujo”, 1963. Colección privada de AVZ

 

 

 

Partager cet article
Repost0
13 février 2020 4 13 /02 /février /2020 08:26

Partager cet article
Repost0
11 février 2020 2 11 /02 /février /2020 21:41
Partager cet article
Repost0
28 novembre 2019 4 28 /11 /novembre /2019 21:08
Partager cet article
Repost0
22 novembre 2019 5 22 /11 /novembre /2019 19:16
Partager cet article
Repost0
8 novembre 2019 5 08 /11 /novembre /2019 21:29
Partager cet article
Repost0
29 octobre 2019 2 29 /10 /octobre /2019 09:46
Partager cet article
Repost0
14 octobre 2019 1 14 /10 /octobre /2019 19:01
Partager cet article
Repost0
1 octobre 2019 2 01 /10 /octobre /2019 09:16

Partager cet article
Repost0